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Foto del escritor: Maria Ruiz OcadizMaria Ruiz Ocadiz

¿Seré capaz de concentrarme? Su cuerpo me está drogando. Quisiera llevarte... ¿Y ese ruido? ¿Timeo? Ahora no puedo atenderte primo. ¿Timeo? Creo que no hay nadie. ¿Dónde dejé las pastillas de Casandra? ¿Dónde? Si la loca no es ella, pero tampoco la otra. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué parezco niño... ¡todavía!? Demuestra que... bueno, pero al final qué voy a demostrar: soy libre y me gusta. Me gusta. ¿Y ahora? ¡Ah!, aquí están las malditas, aunque... puedo sentir... sentirme peor; sin libertad y drogado como estas dos ricas, ricas mujeres. Lo admiraba. ¡Qué va! Eso se puede ir al diablo junto con todo... to-do. Casandra, debiste... nena... ¡wow!, quitarte ese bikini gris y enseñarme más. ¡Sí!, eso es libertad. ¡Dios! La que me parte. Solo. Solo. Es más, digo, ese dinero ni siquiera es mío. No era mío ya. Bueno, pudiera quedar... quedar esto en cautiverio, ¿de dónde saqué las patrañas?, a manos de Casandra, no puede, pero largarme no es la cosa. ¿Diga? ¿Quién anda afuera? ¡Eleonor, deja de joderme la vida, mujer! Eleo... ¿Wilfrid? ¿Perro? ¡Qué malas energías de esta finca, mierda! ¿Era un panteón? En otra vida, y esta vida que se siente más jodida o menos... Ya, ya, ya cobarde, vamos por el dinero que nos deben, a ver que puedo sacar. Este parecido... no sé... me preocupa. De este gran parecido... Aunque mejor no, mejor todo en orden, y bien. No quiero ser como... ¡Quería! No, creo... No, no creo, creo que soy un buen tipo; al menos eso quisiera creer... ¿Pero, me falta algo?...

¡Ah! ¿Casandra, eras tú...? Desde hace rato... que... que hay alguien junto a mi puerta... Hola... ¿hola...? Sí eras tú. Hola.



Escena eliminada de la novela "Amnistía", por Laura Maria Isabel Ruiz Ocadiz.


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Foto del escritor: Maria Ruiz OcadizMaria Ruiz Ocadiz

Soportar a Timeo se ha vuelto un fastidio, sí, yo quiero su vida entera, robarla. ¡No, idiota! ¿Quién está cruzando la calle? La carne de ayer, estuvo tan mal, quería cocinar mejor pero las estupideces de Casandra están primero, primero que... ¡Adolphe! No he podido llamarle... pero más importante: Yo. Voy a calmar mi hambre, cómo me he reído con esto. Las botas atascadas de Timeo y su corbata que se llena de arañas, si no me tiene es porque no sabe hacer nada. ¡Ay, la risa me dispara! ¡¿Qué?! Debo gustarle aunque me quiera morir mañana, mejor matarlos, mejor lleno la cama vacía. Te encanta el servicio público Eleonor. ¿Es esa mi hermana? ¿A qué ha venido? ¿Qué le pasa? ¡Maldita camioneta, arranca! Arranca que debo prepararlo, no los huevos podridos del jueves. ¡Arranca! Ay, asqueroso pensamiento de mi hermana, sus idioteces dejaron a Timeo frío, me dispara esta risa, ¿y esos ladridos?, que me envíen al infierno, donde mi madre. Esa guitarra, necesario quebrarla ya, y a ese hospital... No, es la cama de Adolphe, quiere treparme. No, muerta quiere verme, como mi mamá. Esos sirvientes ingenuos, me desprecian también. Iguales a mí. Solo para mí la preciosura. Oye, pero mírate hermosura, y la hermosura soy yo, no esa tonta canción de Los Beatles... Y aquí vienen, ¡maldita chatarra de radio! ¿Qué hace mi hermana desnuda en la ventana?

¿Quiere opacarme?


Escena eliminada de Eleonor Lucille.

Novela "Amnistía" de Laura Maria Isabel Ruiz Ocadiz.


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Son nuestras manías detrás del púrpura sagrado de un limonero las que aprietan suave la nariz para ahogarnos en cien desprecios. Me consumo en el miedo, pero nos salva la apatía y nos dirige hasta el feliz lodo de las zarzamoras calientes y podridas. Besamos entre sollozos que alegran al depresivo benefactor de ánimas, aquel que nos persigue junto a la bicicleta que carga cien violetas con olor a gladiolas negras. Pensamos en ser corruptos cuando fastidiamos al enamorado. Ese indeciso enamorado que aquella vez dejó moradas las guayabas del naranjo. Aquel cien veces caído en los panteones. Me despierto, nos despertamos cuando la mermelada se ha desmoronado en cien pedazos de alfiler que nos degüellan el habla, y sabe ácida pero picante. Corremos cien kilómetros a la orilla del terregal neón que pierde sangre entre las olas de tréboles azules, cada que los ojos lilas desprecian cien de mis manías. Censuraron el púrpura sagrado del limonero, pues nos ha dejado sin hablar, muriendo púrpura junto a los desconocidos en la casa cien; la que ya no tendrá sabor a violeta porque cien demonios nos han hecho callar el dolor de la última fiesta.


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